Abstract
Cualquier lector que haya pasado con cierto respeto sobre las líneas escritas en los Escolios tendrá sin más que compartir irremediablemente dos sentimientos con Ernesto Volkening, a saber: primero, la familiaridad que produce el escolio al ser leído a la luz de la tradición occidental; segundo, la necesidad de conectarlo con su propia experiencia vital, como un complemento de su propia historia. Si en cualquier caso “la lectura compromete la vida misma” (Abad et al., 2020, p. XIII), leer a Nicolás Gómez Dávila toca en lo más íntimo de lo que en realidad somos. De allí que sus anotaciones nos conecten con nuestra intimidad y nuestra historia; sobre este asunto se detiene el ensayista de Amberes, retomando y resaltando algunos de los escolios escritos por el bogotano.