Abstract
La hipótesis que aquí se plantea es que la pandemia puso a cada persona en situación de tener que aprender una forma de convivir con la enfermedad, y con las medidas excepcionales interpuestas por los estados, para paliar las consecuencias de esta epidemia mundial. En ese sentido, la enfermedad del SARS-CoV-2 no ha pasado solo como una prueba a nivel sanitario, sino también a nivel personal, educativo y existencial. En esta línea se sostiene que una educación de calidad no es sólo una educación medida en términos matemáticos y estadísticos, sino, y, sobre todo, en términos de escucha y obediencia de la necesidad del otro. La calidad del hecho educativo pasa por una cualidad entitativa y no por una mera calidad formal, por ser y no por tener.